Era muy niño cuando vi por primera vez uno de estos jueguitos, la cosa más limitada del mundo y aún así super entretenidos. Recuerdo que los vendían en una relojería de mi pueblo cerca de casa y me hubiera gustado comprármelos a todos.
Por suerte la gente de Hipopotam se tomo el trabajo de virtualizarlos y replicarlos de una manera tan exacta que se pueden sentir las texturas del pequeño aparato en los dedos.
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